sábado, 10 de septiembre de 2011

Madrid: La Hiruela

Llevábamos meses intentando visitar este pueblo de la sierra madrileña y parecía que siempre surgía algo que nos lo impedía. El sábado, por fin, parecía que los astros se habían alineado.


Habíamos quedado en el museo etnológico de La Hiruela a las doce menos cuarto con el guía que nos iba a acompañar. Llegamos bien de tiempo, así que tuvimos tiempo de visitar el museo antes de hacer la ruta. La visita merece la pena. Es pequeñito y entrañable. La mayoría de los objetos que allí se ven fueron cedidos por gente del lugar (el 70% según Miguel Ángel, el guía) y con ellos se ha representado una casa típica de la comarca.
Las rutas guiadas salen a las doce y a las cuatro de la tarde, así que llegada la hora y visto que no viene nadie más comenzamos el recorrido. La ruta que vamos a hacer se llama 'Los oficios de la vida' y la elegimos porque creemos que será la que más pueda atraer la atención de las niñas (tiene una longitud de dos kilómetros y medio).



Salimos del museo y nos dirigimos a la iglesia. Allí tomamos el sendero que sale por el lateral izquierdo de la iglesia que pasa por las huertas. En seguida comenzamos a entrar en el robledal. Estamos haciendo el camino que utilizaba el molinero con sus mulas para llegar al molino de agua. Los troncos de los robles están recubiertos de unos líquenes que certifican la calidad del aire del lugar ya que necesitan muy buena oxigenación para su crecimiento.



Lo primero que nos encontramos es el colmenar tradicional. Para entrar hay que atravesar una puerta estrecha y bajita. Dentro nos encontramos con las antiguas colmenas. Miguel Ángel nos explica que la gente del pueblo colocaba los troncos huecos, los atravesaba con palos que servían para colocar baldas en su interior y finalmente ponían el 'techo' de piedra. Para conseguir que fueran las abejas se ponía una reina y un poco de miel. Cada tronco se identificaba con unas placas metálicas en las que cada propietario ponía su distintivo. Importantísima era también la orientación: sur-este, es decir, mucho sol. Finalmente el colmenar se rodeaba de un nuro y las entradas se hacían pequeñas para evitar que los osos que habitaban la sierra entraran.


Salimos del colmenar para ir hacia el molino harinero. Por el camino nos encontramos con una curiosidad que nos explica Miguel Ángel: es como una cápsula que cuelga de la rama de un roble. La cápsula se llama galla y es el resultado de un pacto natural entre el roble y las larbas de un insecto. Las larbas son depositadas en el árbol y éste, para que no lo dañen, les construye una 'casa' para que maduren y salgan cuando hayan crecido.
Proseguimos el camino hasta llegar a una preciosa esplanada por la que pasa el río Jarama y en la que se encuentra el molino.

En la esplanada nos encontramos unas flores. Son azafrán y Miguel Ángel nos comenta que en el mes de Octubre se plaga de ellas.
Entramos en el molino que se ha restaurado con ayudas de la unión europea y de la comunidad de Madrid. Allí Miguel Ángel intenta poner en marcha el molino, pero el río baja con muy poco agua y no puede ser. Así que nos tenemos que conformar con ver un vídeo en el que se entrevista al último molinero (que aún vive) y se ve el molino en marcha. Miguel Ángel nos explica que sobre todo se molía centeno y cebada para el ganado, ya que el trigo no se da a ciertas altitudes.
Para conseguir trigo debían ir a otros lugares y cambiar carbón vegetal por trigo. Precisamente nos dirigiremos después a la carbonera.
Al salir del molino cruzamos el río Jarama y comenzamos a subir hacia la carretera. Por el camino hay unas vistas fenomenales del colmenar.
Para llegar a la carbonera hay que recorrer un tramo de la ruta por la carretera. Al llegar allí Miguel Ángel nos explica que cuando se hacía la poda se clasificaban los trozos de madera (cortados con hacha) por su tamaño, se montana un mástil y se comenzaban a apilar las maderas dejando una chimenea central. Una vez hecho el montón de roble, se cubría de arcilla y, con ayuda de escaleras, se echaba la mecha por el orificio superior de la chimenea. Se hacían perforaciones en la base para que circulara el aire y había que esperar veinte días durante los cuales tenía que estar noche y día una persona vigilando el color del humo que salía por los orificios de la base para saber si tenía que cerrar o abrir la chimenea.


Transcurrido el tiempo necesario, se separaba en carbón del brezo y se cargaba en mulas para llevarlo a Madrid. Un oficio muy durísimo que está en desuso.
Tras visitar la carbonera regresamos a La Hiruela atravesando un bosque de avellanos. Por el camino cogimos y comimos moras (era la primera vez que nuestras hijas las comían) además de cieruelas silvestres que Miguel Ángel consiguió tirar a base de bastonazos (buenísimas).
Era ya la hora de comer, así que fuimos a buscar un lugar. Por suerte conseguimos comer en 'Casa Aldaba'. Teníamos que haber reservado antes, así que recomiendo a quien se anime a ir que reserve al llegar.
Tras la comida nos apetecía dar otro paseo, así que decidimos hacer la ruta de la Fuente Lugar que es de kilómetro y medio.



El comienzo de la ruta es especialmente bonito:parece que los árboles se inclinaran sobre el camino quedando enlazadas las ramas de los de un lado del sendero con las de los del otro lado.

Luego llegamos a la Fuente Lugar que es un manantial natural en el que se encontraban los lavaderos que utilizaban las mujeres del pueblo en invierno por estar bien resguardado. Ahora los lavaderos los han reconstruido.




El camino nos lleva a cruzar un pequeño puente de madera para luego llevarnos paralelos a un río que ahora pasaba casi vacío. De nuevo volver a cruzar otro puente para finalmente llegar hasta el aparcamiento de La Hiruela.
Sin duda alguna un día espléndido.

Hay más rutas de las que se puede obtener información en el museo etnológico de La Hiruela.