domingo, 12 de mayo de 2013

Madrid: Lagunas de Peñalara


El parque natural de Peñalara ofrece cinco rutas. Nosotros decidimos hacer dos de ellas empalmándolas a nuestra manera.

Dejamos el coche en el aparcamiento de Cotos a eso de las 10:30 de la mañana. Nos pusimos nuestros polares y las mochilas y comenzamos a andar. Promete ser un día espléndido y más gente ha tenido la misma idea que nosotros.

Subimos hasta la casa del parque donde se ofrece información. Nosotros continuamos ya que el día anterior Miguel llamó para conocer la situación de las rutas y ya sabíamos que se podían hacer. Continuamos subiendo y hacemos una parada en el mirador de la Gitana. 


Después de girar varias veces la flecha, continuamos el camino y un poco más adelante encontramos el cartel que indica el camino a tomar para ver la laguna de Peñalara. Subimos entre pinos por unas escaleras hechas en el terreno. Las zonas sombrías mantienen algo de nieve que las niñas van a pisar entusiasmadas.



Se nota que el deshielo está en su pleno apogeo ya que se oye agua por todas partes. El camino está bastante embarrado en algunos puntos, pero con algo de maña no nos ensuciamos demasiado. Pequeñas cascadas nos salen al paso. Hemos ganado altura y podemos ver verdes praderas semi inundadas por la cantidad de agua del deshielo que brillan al sol.




El camino se encuentra cubierto aún de nieve en un par de puntos.


Llegamos a la altura de un puente que indica que debe ser cruzado para ir hacia la laguna de los pájaros, pero continuamos hacia adelanta porque lo primero que vamos a hacer es visitar la laguna de Peñalara.


Tenemos que cruzar un nevero considerable y continuamos por una pasarela de madera. Carteles nos indican que no nos debemos salir de la pasarela para que el impacto de nuestra visita sea el mínimo posible.

Las praderas se han quitado su manto blanco para vestirse con pequeñas y delicadas flores que aprovechan el agua y el sol para hacer su aparición.






Finalmente llegamos a la laguna. Aún está parcialmente congelada. Después de parar a comer unas almendras, subimos por la ladera para disfrutar mejor de la alguna: una mayor altitud nos ofrece unas mejores vistas. Es precioso.


Decidimos ir hacia la laguna de los Pájaros. En lugar de retroceder hacia el puente que antes mencioné, decidimos intentar encontrar el camino viejo subiendo la ladera para ir a encontrarnos con el sendero actualmente marcado.


No sé si conseguimos encontrarlo. La realidad es que fuimos monte a través entre enormes piedras al principio y entre arbustos después. Gracias al GPS nos íbamos orientando hasta llegar al actual sendero en el punto donde se encuentra el mirador Tibetano.


En este punto hay un pequeño descenso en el que de nuevo hay que pisar nieve. Cascadas se despeñan montaña abajo para alimentar un grupo de pequeñas lagunas que se encuentran en el valle.

Tras cruzar este valle comenzamos de nuevo a ascender. La primera ascensión se nos hace particularmente dura. Hay mucha nieve y en ocasiones patinamos, por lo que hay que clavar bien los bastones para avanzar eficientemente.


Preguntamos a un grupo que baja el estado del resto del camino. Nos dicen que todo es nieve, pero nos animan a continuar llegados el punto en el que nos encontramos.

Superada esta subida se llega a la laguna de los Claveles que se encuentra aún congelada.


Aprovechamos una isla de rocas para sentarnos a comer nuestro bien merecido bocadillo. Nuestro improvisado restaurante tiene un arroyo de agua cristalina y unas vistas maravillosas.

Después de comer continuamos subiendo a través de la nieve. En los descansos que vamos haciendo por el camino sólo se escucha el silencio. Impresionante.


Finalmente llegamos a la laguna de los Pájaros. El espectáculo es grandioso.






Aunque la nieve obligue a realizar un mayor esfuerzo, creo que definitivamente este es el momento de visitar las lagunas.

El camino de vuelta es más sencillo ya que hasta el valle de las pequeñas lagunas todo es bajada. No obstante hay que tener precaución ya que bajamos sobre nieve.


Luego un último esfuerzo para subir hasta el mirador Tibetano y ya todo bajar. La bajada la hicimos por el sendero habitual que va a dar al puente comentado al principio.


Desde allí hasta el aparcamiento por la misma ruta por la que habíamos subido.

Llegamos embriagados de tanta belleza. La época del deshielo ofrece un magnífico espectáculo que no hay que perderse.


domingo, 5 de mayo de 2013

Lérida: Valle de Arán (IV) - Unha, Artíes y Garòs


Antes de abandonar este magnífico valle, decidimos hacer nuestra última ruta.

Desde Unha sale un sendero que va a Gessa por el barranco de Corilha.


La ascensión es pronunciada. Rápidamente se coge altura y se tienen unas vistas espectaculares del valle, incluso mejores que las que ofrece el mirador de Beret.




Nos sentamos un rato en un primer descansillo que ofrece la ruta para disfrutar de lo que nos rodea.


Cuál fue nuestra sorpresa cuando vimos una pareja de buitres planeando en un nivel inferior a la que nos encontrábamos. Sin un sólo batir de alas, simplemente girando y aprovechando las corrientes de aire, se pusieron a nuestra misma altura para más tarde sobrepasarnos.


Ver a estas grandes aves tan cerca de nosotros nos hizo apreciar realmente su envergadura. Fue un espectáculo precioso.

Proseguimos la dura subida hasta llegar al punto más alto.

La bajada es tan pronunciada como la subida. Comenzamos a oír el sonido de cencerros y en seguida vimos un rebaño de ovejas que pastaban a ambos lados del sendero.


Al vernos acercarnos se iban bajando un poco para tener una distancia prudencial respecto a nosotros. En el rebaño había un montón de corderos, algunos no debían tener más de un par de semanas. Las niñas estaban entusiasmadas.

Seguimos bajando. Por el camino pudimos ver mechones de lana enredados en las ramas de los arbustos.

Comenzamos a oír agua. Bajaba un río de este líquido elemento que perforaba, construyendo túneles, la nieve que aún se encontraba en una hondonada.





















Continuamos bajando hasta llegar a la orilla del río donde la bajada se hace mucho más suave y conduce hacia Gessa.

El regreso a Unha es a través de un sendero que discurre entre pastos plagados de vacas, caballos y más ovejas. Es bastante llano, así que resulta muy sencillo.

A la derecha Salardù y a la izquierda Unha




De regreso en Unha comemos una hamburguesa de buey y nos disponemos a visitar la iglesia que posee pinturas románicas. Pero finalmente no podemos hacerlo, la iglesia está cerrada y hasta las cinco no abren el museo de la nieve para poder preguntar si nos pueden abrir la iglesia.

Unha

Finalmente nos vamos a visitar Artíes y Garós.

Mazorcas de maíz en Artíes

Creo que el campanario de Santa María de Artíes es el más bonito de todos los que hemos visto.

Artíes

Garós es un pueblo muy coqueto y cuidado que bien merece la pena un paseo.

Garòs

Ya de aquí hacia Madrid. Pero debo dar un par de recomendación:

     - Aunque la casa en la que estuvimos es una preciosidad y no le falta de nada, es mejor estar más centrado en el valle: Vielha, Encunhau, Garós...
     - Pienso que la mejor época para hacer senderismo por el Valle de Arán debe ser a partir de finales de Junio ya que los árboles estarán ya vestidos con sus hojas y las praderas habrán recuperado su verde intenso perdido tras la abrasión de la nieve.

Nos han quedado rutas pendientes, así que volveremos.


sábado, 4 de mayo de 2013

Lérida: Valle de Arán (III) - Bausèn, bosque de Carlac y Canejan


Amaneció con nubes bajas pero el sol parecía luchar con fuerza para abrirse paso. Las probabilidades de lluvia eran muy bajas o nulas, así que preparamos todo para hacer nuestra primera ruta: el bosque de Carlac.

La ruta sale de Bausèn. Dejamos el coche en el aparcamiento de la entrada y subimos por las escaleras que conducen hacia la iglesia. Detrás de ésta sale el sendero que debíamos tomar.


El sendero recorre la ladera de la montaña y ofrece unas fabulosas vistas de Canejan.




Más tarde se adentra en el bosque de Carlac.


Aunque la especie predominante es el haya, pudimos observar gran cantidad de avellanos, robles y acebos. Como había muchos árboles que aún no habían comenzado a echar hojas, había ocasiones en las que parecía que en lugar de en primavera estábamos en otoño.

Había puntos del camino muy embarrados, así que teníamos que hacer equilibrios sobre las piedras para intentar mojarnos lo menos posible.


Cruzamos un pequeño arroyo estival sobre un improvisado puente y continuamos el camino. Llegamos al río Lauadors que, en esta ocasión, cuenta con un puente de madera en condiciones.


Aunque el camino ha sido en constante ascensión, a partir de este punto el ascenso comienza a hacerse más duro hasta llegar al punto más alto de la ruta. He de reconocer que el último tramo de subida lo sufrí bastante junto con mi hija pequeña.


Comenzamos la bajada y volvemos a cruzar el río Lauadors en un punto más alto que el anterior.


En la bajada se sale del bosque y se atraviesa una gran pradera. Desde este punto se tienen vistas del Aneto, pero no las pudimos disfrutar por la baja nubosidad.


La bajada nos descansa las piernas. Aparecen unas cuantas bordas y finalmente aparecen los primeros tejados de Bausèn. Ya hemos llegado.






Buscamos el único lugar del pueblo donde se puede comer. Se llama 'La Pajareta'. Sólo tienen tres mesas pero su comida fue toda una sorpresa: unos patés deliciosos, una olla aranesa espectacular y un magret de pato con miel sorprendente. El guiso de carne de jabalí de Miguel estaba buenísimo al igual que el pollo con ciruelas de las niñas.


Disfrutamos de una muy agradable sobremesa con una pareja de valencianos que estaban también allí comiendo y los propietarios del local.

Tras la rica comida, dimos un paseo por el pueblo.



Flores en la tapia


Dos hojas de laurel para proteger de los malos espíritus





Cogimos de nuevo el coche para ir a Canejan. Desde allí sale otra ruta que une este pueblo con Porcingles.


La ruta es muy sencilla y llana. Cuando llevábamos más de dos kilómetros recorridos nos encontramos con un hombre que hacía la ruta en sentido contrario.


Yo pensaba que la distancia total a recorrer eran unos tres kilómetros la ida, pero este hombre nos dijo que estábamos a mitad de camino. Evidentemente había entendido mal ya que la ida son cinco kilómetros.


Tras parar para que las niñas tomaran su merienda decidimos no terminar la ruta y volver a Canejan para evitar que se nos hiciera tarde y poder quedarnos sin luz. Hicimos bien tomando esta decisión ya que cuando llegamos a Canejan comenzó a llover.

Regresamos a casa contentos. Habíamos hecho nuestra primera ruta en el valle y habíamos disfrutado mucho.