viernes, 2 de noviembre de 2012

Ávila: Castañar de El Tiemblo


La tregua que daba la lluvia anuncia para el día de Todos los Santos la aprovechamos para repetir la visita que ya hicimos el año pasado al castañar de El Tiemblo.


No por ya conocerlo la sensación es distinta. El bosque es una maravilla y desde luego sigue pareciéndome que detrás de una roca puede asomarse un duende en cualquier momento.

Este año hemos venido al castañar antes y eso se nota: hay mejores castañas, aún no se ha cubierto el suelo con una tupida capa de hojas secas y los árboles aún están bastante verdes.

Esta vez hicimos la ruta pasando en primer lugar por ‘El Abuelo’. Tenemos la sensación de que hemos dado la vuelta por otro sendero porque el año pasado no pasamos por las praderas y el arroyo que vimos este año.


Esta vez vimos también otros castaños tan espectaculares como ‘El Abuelo’. Lo más llamativo de ellos eran sus troncos marcados por grandes surcos que asemejan las profundas arrugas de la cara de la gente mayor que ha vivido toda su vida en el campo y ha pasado mucho tiempo a la intemperie.


Como ha llovido tanto, vimos bastantes setas.


La que más nos sorprendió fue la típica seta de enanitos: roja con puntitos blancos. Desde luego no entendemos de setas y, aunque ninguna parecía comestible, ésta menos que ninguna. Eso sí, fue un precioso regalo para la vista.












También repetimos restaurante: 'Casa Mariano' en El Tiemblo. Dada la cantidad de las raciones, se puede compartir cada plato por dos personas comiendo perfectamente y resultando muy económico. Imprescindible reservar.

Lo que sí hicimos esta vez fue pasarnos a ver los Toros de Guisando. Se trata de cuatro esculturas realizadas por un pueblo eminentemente ganadero: los vettones. Estos toros se encontraban distribuidos por los pastos y se piensa que probablemente fueron reunidos en su ubicación actual en época romana para formar parte de un monumento conmemorativo (en uno de los toros se encuentra la siguiente inscripción: ‘LONGINUS PRISCO. CATAETQ. PATRI.F.C.’ – ‘Longino lo hizo a su padre Prisco de los Calaetios’).


Este lugar fue también el escenario en el que el rey de Castilla Enrique IV nombró a su hermana Isabel (La Católica) princesa de Asturias y, por tanto, la heredera del trono de Castilla.

lunes, 8 de octubre de 2012

Navarra: Bárdenas Reales


Vi por primera vez este lugar en un pequeño reportaje sobre los parques naturales españoles. Más tarde volví a verlo en un vídeo de bicicletas de montaña. Me pareció un lugar impresionante, así que comencé a buscar información para ir a conocerlo.


El viernes por la tarde recogimos a las niñas del colegio y salimos hacia Arguedas donde habíamos alquilado el apartamento rural 'Castildetierra'. El viaje desde Madrid es largo, así que llegamos ya de noche y con el tiempo justo para preparar algo de cena e irnos a dormir. Había que descansar porque al día siguiente teníamos una buena caminata.

Llevábamos el GPS de Miguel donde había cargado el track que más nos había gustado de todos los que nos habíamos encontrado de las Bárdenas Reales en Wikiloc (http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=2288842). Pero no uno cualquiera, teníamos claro que queríamos pisar el precioso paso de los ciervos (también conocido como la arista bonita) que habíamos visto en el vídeo.

Como la ruta era de unos 8 km y no sabíamos el tiempo que íbamos a tardar con las niñas, nos preparamos para pasar todo el día fuera. Metimos en las mochilas algunos frutos secos y tortitas de maíz para media mañana, los bocadillos para la comida, unos batidos y mucha agua. Inés, la dueña del apartamento donde nos hospedábamos, nos advirtió de la necesidad de llevar mucha agua... y menos mal que lo hicimos porque allí se bebe un montón.

Salimos de Arguedas hacia el parque natural. Paramos en el centro de visitantes para ver si podíamos coger más información de otras rutas.

Lo primero que hicimos fue ir a ver el famoso Castildetierra: la imagen de las Bárdenas Reales. El paisaje nos sorprendió mucho. Estábamos en pleno desierto y los colores y las formas parecían trasportarnos a lugares más lejanos. Pero aún no habíamos visto nada.


Nos dirigimos hacia el punto de partida de nuestra ruta. Dejamos el coche en un lugar apto para ello y echamos a andar.


La ruta comienza siendo un paseo muy sencillo en el que básicamente se llanea. Poco a poco se nota como nos vamos adentrando entre las caprichosas formas que la erosión crea en el terreno. Empiezan a aparecer algunas subidas y bajadas que hacen que vayamos un poco más despacio porque a las niñas no les resultan sencillas (sus piernas son más cortas y les cuesta más).

Por el camino van recogiendo un montón de caracoles blancos que van encontrando.

Nos llama la atención que las laderas brillan. Nos acercamos y podemos ver que según el agua va erosionando la tierra, quedan al descubierto unas láminas más duras y brillantes que parecen (seguro que es otra cosa) cuarzo.

Es sorprendente como una simple piedra puede proteger el terreno que tiene debajo impidiendo que el agua lo arrastre.

Llegamos a la bajada complicada de la ruta. Es bastante pronunciada y tiene canto suelto, así que hay que aminorar la marcha. Las niñas se pegan un par de buenos resbalones. Como las llevamos de la mano casi nos hacen caer. Al final de la bajada nos espera un estrecho y serpenteante paso entre las laderas que parece un laberinto. Seguramente cuando llueve se convierte en un verdadero río ya que los surcos de las montañas parecen verdaderos canalones que vierten allí sus aguas.

Al salir de esta zona falta poco para llegar al punto más complicado de la ruta, especialmente si se va con niños.

Hay que subir por unas 'escaleras' de cemento hasta un antiguo puesto de vigilancia militar. Las escaleras las entrecomillo porque hay un trozo en el que casi han desaparecido al cubrirse de tierra y hay otro trozo en el que se han roto por la erosión que se ha producido en el terreno donde se apoyaban. La subida es empinada y estrecha y, salvo la propia ladera, no hay punto de seguridad donde sujetarse. El truco es 'tumbarse' en la ladera con el niño por la parte del interior y subir despacito y asegurando bien cada pisada.

Una vez arriba las vistas son impresionantes.

Seguimos nuestro camino hacia el Pizkerra.


Antes de llegar nos espera una nueva subida complicada. Hay que subir por una arista que tiene excavada en ella misma una especie de escalones. Después de la subida anterior, esta no nos pareció tan difícil. Llegados arriba nos encontramos a escasa distancia del Pizkerra pero no lo subimos (aunque habíamos encontrado rutas que sí lo hacían) porque nos pareció demasiado duro para las niñas.

Subida por la arista con el puesto de vigilancia al fondo

Proseguimos hasta llegar a nuestro más esperado paraje: el paso de los ciervos. Precioso. Con el Rallón a la vista. Una bajada preciosa. ¿He dicho precioso otra vez?, bueno es inevitable. Decididamente las dos subidas anteriores merecen la pena.

Paso de los ciervos con el Rallón de fondo

Paramos al final de la bajada para comer nuestros bocadillos y descansar un rato. En realidad ya habíamos hecho la parte más bonita de la ruta. Después de reponer fuerzas, el camino nos iba sacando del meollo de la bárdena para terminar el recorrido circular regresando al coche por el exterior de la misma. El regreso es más aburrido pero se va todo el rato llaneando, cosa que las niñas agradecieron enormemente porque ya iban cansadas. 

El parque cuenta con rutas aptas para vehículos pero, después de nuestra experiencia, el que quiera realmente conocer las Bárdenas Reales debe bajarse del coche, echarse una mochila con bien de agua dentro y lanzarse a caminar por su interior. Desde fuera se puede adivinar, pero no es sino dentro donde se puede admirar.

Eso sí, con un GPS en mano porque desde luego nosotros no vimos señalización alguna salvo algunas piedras amontonadas en ciertos puntos del recorrido que parecían marcarlo.

Regresamos a nuestro apartamento para darnos una bien merecida ducha, enfundarnos los pijamas y sentarnos a ver un rato la tele antes de cenar y acostarnos.

Al día siguiente dejamos Arguedas para ir a Olite.


El castillo de esta localidad navarra es impresionante. Uno se siente como en un cuento de hadas. Es una verdadera maravilla. Las niñas lo disfrutaron muchísimo.
  




Recomiendo coger una audio guía para poderse enterar de algunos detalles que si no pasan desapercibidos, como las marcas de las piedras de sillería que cada cantero hacía a sus piedras.







Al lado del castillo está la iglesia de Santa María Real con una portada impresionante y que conserva aún restos de las pinturas que la decoraban antaño.


Tras caminar por sus calles, dejamos Olite para ir a visitar Ujué. Allí habíamos reservado para comer en el mesón Las Torres. Comimos las típicas migas de pastor, especialidad de la casa y riquísimas, unos espárragos y un solomillo a la brasa que estaba espectacular.

Ujué desde las ruinas de la ermita de San Miguel

Para comer en este sitio hay que reservar con antelación, sobre todo si se quiere comer al lado del mirador que tienen en uno de sus salones.


Después de la comida nos fuimos a pasear por esta bonita localidad medieval en la que destaca su iglesia-fortaleza.
  



Durante el paseo nos vimos envueltos en el dulce aroma del caramelo con el que se bañan las almendras.

En Ujué, además de las migas de pastor, son típicas las almendras garrapiñadas.

No pudimos resistirnos a la tentación y terminamos nuestro paseo degustando esta rica especialidad.

martes, 28 de agosto de 2012

Huelva: Minas de Riotinto


Salimos de Islantilla prontito para poder llegar a Minas de Riotinto a eso de las 11:30.

Llevábamos hecha ya la reserva desde Madrid para evitar problemas. Lo primero que hicimos fue ir al museo minero. Es una visita muy recomendable en la que se puede ver la historia de la zona en cuanto a la minería se refiere (comenzó a explotarse hace 5.000 años). Lo que más nos impresionó fue una réplica bastante realista de una mina romana que han construido en el interior del museo. Una curiosidad: el edificio en el que se encuentra el museo es el del hospital que los británicos construyeron cuando comenzaron a explotar las minas. 

Tras la llamada por megafonía, nos reunimos todos los coches que íbamos a visitar la mina de Peña de Hierro. El guía iba por delante en un vehículo para llevarnos hasta el lugar. La entrada a la mina se hace a través de un túnel que en su día fue perforado en la roca para que pudiera pasar el tren que transportaba el mineral. La explotación es una mina a cielo abierto que fue perforando la montaña a base de construir terrazas hacia abajo. Ahora las terrazas inferiores se encuentran inundadas de agua ya que el terreno es poroso. Para poder trabajar en estas minas era necesario estar constantemente bombeando el agua. Dado que la mina ya no está siendo explotada, ya no se bombea el agua.

Aquí pudimos ver por primera vez el impresionante color de las aguas del río Tinto.


En esta mina estuvo la NASA trabajando dado que se trata de una zona en la que hay condiciones semejantes a las que se encuentran en Marte.


Tras la visita a la mina, nos condujeron hasta la estación desde la que sale el tren turístico. El trayecto permite ver el paisaje minero además del entorno natural. Pero lo más llamativo del recorrido es el río Tinto que discurre paralelo a las vías.

No se puede evitar estar todo el tiempo pendiente de de las distintas tonalidades rojizas del agua.




Durante el trayecto nos explicaron que el color de las aguas es anterior a las explotaciones mineras: se hicieron análisis del terreno que llevaron a la conclusión de que hace al menos 8.000 años las aguas del río Tinto ya eran del color del que son ahora. Por tanto, se puede concluir que el río siempre fue así.











Después del paseo en tren, que termina a las 15:00, nos fuimos a comer al restaurante El Balneario y desde allí salimos hacia Aracena. Teníamos ya compradas las entradas para visitar la Gruta de las Maravillas. La primara cueva abierta al turismo en España. Y desde luego, la cueva hace honor a su nombre. Es una preciosidad.

Tras la visita a la cueva (salimos sobre las 19:30) ya no tuvimos tiempo de visitar la localidad dado que teníamos que regresar a nuestro hotel en Islantilla y teníamos al menos hora y media de viaje por delante. Una pena porque el pueblo cuenta con una fortaleza medieval y el encanto de los pueblos andaluces.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Alicante: Altea


Siempre que vamos a Benidorm me gusta ir una tarde a Altea. El casco antiguo es un precioso laberinto de calles blancas que me encanta recorrer.

En la plaza se coloca un mercado de artesanos. Este año estaba también en la plaza un grupo de jazz tocando en vivo y en directo. El mirador al que se accede desde la plaza tiene siempre caricaturistas con los que entretenerse un buen rato.

Altea tiene una gran oferta en cuanto a restaurantes se refiere y todos y cada uno de ellos ofrecen alguna terraza con encanto en la que cenar.

También se encuentran muchas tiendas decoradas con gusto que proporcionan un cierto glamur al lugar.

Altea tiene todo el sabor del Mediterráneo.

Detalle de una ventana
La plaza de la iglesia





















Detalle de la cúpula de la iglesia

Un rincón donde cenar
Una de las muchas tiendas





















martes, 21 de agosto de 2012

Valencia: La Albufera


Como todo los años hemos ido a pasar una semana a Benidorm y, para romper un poco la monotonía de playa, decidimos hacer una excursión para visitar La Albufera de Valencia.

Desde Benidorm hasta El Palmar hay hora y media de coche si se va por la autopista de peaje. Si se prefiere ir por la carretera de la costa el trayecto dura una hora más.

En Madrid ya había hecho la reserva del paseo en barca y la visita a una barraca. Lo hice con antelación para evitar problemas de última hora dado que es Agosto. La empresa con los que reservamos es 'Rosa "la barquera" y Tonet' y el paseo más la barraca salió a 6€ por persona.

Lo primero que nos llamó la atención cuando nos aproximábamos a El Palmar fue la extensión tan grande de arrozales. Parece una tontería pero no es lo mismo imaginarlo que verlo realmente.


En Agosto está comenzando a amarillear el grano pero la planta está aún verde y el paisaje es precioso. Por el camino se van cruzando pequeños puentes que pasan sobre los canales que conducen el agua con el que se inundan los campos para cultivar el arroz.

Una vez en El Palmar fuimos directos a la barca. El embarcadero de 'Rosa y Tonet' se encuentra al lado del parking de autobuses de El Palmar, así que no resultó difícil de encontrar. Tienen una finca donde poder meter el coche. Allí nos recibió Tonet, un hombre muy amable. Nuestra barca no la llevaba él sino una chica que creo que era su hija y que también fue muy amable y simpática con nosotros.

Para girar la embarcación antes de comenzar el paseo se utiliza la percha (o el palo, como decíamos nosotros) así que se puede ver la manera en la que antiguamente se movían estas barcas. Pero una vez girada entró en marcha el motor.

La barraca que visitamos estaba muy cerca del embarcadero, así que en seguida paramos. La que visitamos (y supongo que todas serán más o menos igual) tenía una primera estancia en la que se encontraba una sala de estar-comedor y la cocina y dos dormitorios. Tenía también una escalera que conducía a una parte alta que ocupaba sólo media planta de la vivienda y que en este caso estaba habilitada como trastero y habitación de emergencia.



Nos llamó mucho la atención del 'grifo' de la cocina.
















Ahora que lo pienso, no vimos ningún baño... supongo que tendría alguna caseta exterior para este uso.


En la parte trasera de la barraca había un agradable porche y un jardín.


Dado que La Albufera es un parque natural, ya no está permitido construir, por lo que las barracas deben ser convenientemente mantenidas por sus propietarios ya que si se cayeran no se podrían volver a levantar.

Salimos del fresquito de la barraca para volver a la barca y dar una vuelta por La Albufera.

Una vez más nos sorprendió su extensión. Había zonas abiertas en las que parecía el mar. La guía nos comentó que el agua de La Albufera es esencialmente dulce aunque tiene vetas de sal, lo que permite que haya lubinas en este lugar.

También nos comentó que en La Albufera se hacen carreras de barcas a vela latina. Estas competiciones caen en domingo pero hay que mirar el calendario de regatas para saber las fechas exactas. Debe ser precioso verlo.



En las zonas en las que se crean canales entre las cañas pudimos ver garzas reales y montones de patos.

Después del precioso paseo nos fuimos a dar una vuelta por El Palmar. Un pueblo que antaño se dedicaría sólo a la pesca y el arroz y que ahora tiene una importante fuente de ingresos proveniente del turismo. Prueba de ello es la cantidad de restaurantes que existen.

Lo que más llama la atención son algunos canales que pasan por el pueblo y que le dan su encanto.

Tras el paseo por El Palmar y echar un vistazo a sus restaurantes, finalmente nos decantamos por Bon Aire. Fue todo un acierto tanto por su ubicación como por la comida. Se encuentra al lado de uno de los canales que dan a los arrozales. Era precisamente de los arrozales de donde venía el airecito, así que comimos sin pasar gota de calor.

Disponían de un menú de 15€ que constaba de un entrante, un plato principal y postre o café. También hay otros menús de 20€ y 30€ (si no recuerdo mal) en los que hay cuatro entrantes, pero no somos tan comilones. Yo pedí una ensalada y arroz a banda. Buenísimo. Pero lo mejor estaba por llegar: una degustación de postres caseros entre los que me resultaba imposible decir cuál era el mejor. Deliciosos.

Raúl (creo que es el propietario) nos atendió fenomenal. La comida resultó un verdadero placer.

Tras la sobremesa regresamos a Benidorm. El camino de vuelta lo hicimos por la carretera de la costa y pudimos disfrutar de pasar de los arrozales a los naranjos. Valencia en toda regla.