sábado, 9 de agosto de 2014

Cáceres: Trujillo

Cuando regresábamos de Lisboa a casa decidimos parar a comer en Trujillo.

Después de echar una ojeada, nos decidimos por el restaurante Corral del Rey. Comimos en la terraza y fue todo un acierto tanto por el trato como por la comida.


Después de comer nos fuimos a dar una vuelta por la localidad.

Al lado de la oficina de turismo encontramos un cartel de rutas en segway. Se trata de una empresa particular que las realiza.


Esperamos a la siguiente visita guiada. Lo cierto es que no las tenía todas conmigo, pero no es nada difícil manejarse con el segway si se siguen los consejos del guía.


La edad mínima para llevar el segway es de 9 años y sólo si el guía observa durante las prácticas previas que el niñ@ se maneja con soltura.


En nuestro caso, nuestra hija pequeña (6 años) compartió segway (primero con el guía y después con su padre) pero la mayor pudo hacer el recorrido ella sola.



El segway es una manera muy cómoda de visitar Trujillo teniendo en cuenta la cantidad de cuestas que tiene.

Visitamos el exterior de las murallas y recorrimos todos los puntos importantes.






Disfrutamos muchísimo. Una experiencia totalmente recomendable.


jueves, 7 de agosto de 2014

Portugal: Lisboa

La visita a Lisboa era la más esperada por mí. Desde hace muchos años tenía muchísimas ganas de ir... mi temor era que me decepcionara por las expectativas que yo misma me había fabricado... pero no fue así en absoluto.

Nos acercamos a Lisboa en nuestro coche y lo dejamos en un parking que se encuentra en la Plaza del Municipio. Nos dirigimos a la Plaza del Comercio.


Me impresionó su tamaño y no pude evitar acordarme de la Plaza de San Marcos en Venecia. Sí, ya lo sé... está claro que mi mente hace asociaciones extrañas... o tal vez no tanto: ambas son plazas grandes y abiertas por uno de sus lados al agua... hasta ahí la similitud.


En la Plaza del Comercio hay una oficina de turismo donde entramos a preguntar algunas cosas. También hay una boca de metro, donde entramos para comprar una tarjeta que vale para un día completo y sirve para metro, tranvía, elevadores y funiculares. La tarjeta nos vino fenomenal. Nada más salir de la boca de metro nos fuimos directos a estrenarla en el tranvía... las niñas estaban emocionadas. Nuestra primera visita sería el castillo de San Jorge.


El tranvía estaba abarrotado y no sabíamos muy bien dónde bajar. Los portugueses son muy amables, y una mujer nos indicó dónde hacerlo. El barrio que rodea el castillo es como un pueblito... no se tiene la sensación de estar en una capital europea.




Para comprar la entrada que permite entrar en el castillo había una cola enorme. Menos mal que unos turistas ingleses (al menos se dirigieron a nosotros en ese idioma) nos informaron que las familias con niños pequeños no tenían que hacer cola. Bastó indicárselo al guardia de seguridad de la puerta y nos pasaron por otro sitio para pagar las entradas... ¡menudo detalle!


Las vistas desde el castillo son preciosas.


Al salir del castillo nos fuimos caminando hasta el mirador Puerta do Sol donde volvimos a coger el tranvía para dirigirnos a Alfama.


Este barrio es también muy peculiar, con sus casitas antiguas y sus calles estrechas.


Comimos en este barrio en un restaurante llamado Alfama Grill (Rua da Regueira nº 26) que tenía una terraza en el exterior. Comimos pescado a la brasa: sardinas (cómo no), dorada y chicharro... a cuál más delicioso. Después de comer nos dimos una vuelta por el barrio.


Lo cierto es que acabamos perdidos intentando llegar al Panteón Nacional, así que nos dirigimos hacia el río, encontramos una parada de autobús y lo cogimos para regresar de nuevo a la Plaza del Comercio. Desde allí nos fuimos a Chiado a pasear y comernos un helado.


Ya por la tarde hicimos nuestra cola para subir en el elevador de Santa Justa. Una vez arriba, subimos las escaleras de caracol hacia el mirador: fantástico. Recomiendo ir por la tarde porque el sol no da de frente cuando miras hacia la catedral y el castillo (lo que permite hacer fotos bonitas).




Bajamos del mirador por las mismas escaleras de caracol y cruzamos la pasarela que conduce al Barrio Alto. Paseamos un poco por allí y volvimos a bajar, esta vez utilizando el funicular da Gloria que nos dejó en la Plaza Rossio.

Las niñas estaban cansadas, así que decidimos terminar el día cogiendo el tranvía 28 y realizando el recorrido completo. Así pudimos ver la Basílica da Estrela.


Tras el viajecito, regresamos al hotel. Lo que quedaba por visitar lo veríamos otro día.

Regresamos a Lisboa a los dos días. Esta vez nos quedamos en la zona de la Torre de Belém. Aparcamos cerca de la torre y fue lo primero que visitamos.


Luego nos fuimos al Monasterio de los Jerónimos.


La cola era enorme, pero aquí no había 'privilegios' para nadie. Tuvimos que armarnos de paciencia, pero el claustro es una preciosidad.




Si sólo se quiere visitar la iglesia, no es necesario hacer la cola.

Por supuesto no íbamos a dejar pasar la oportunidad de probar los pasteles de Belém. La pastelería está cerca del monasterio. La cola era también muy larga, pero encontramos mesa en el interior para poder disfrutar de los deliciosos pasteles calentitos.




Finalizamos nuestra visita en el monumento a los descubridores.


Definitivamente me encantó Lisboa. Tiene un encanto especial.


domingo, 3 de agosto de 2014

Portugal: Sintra

Sintra se encuentra a poco más de media hora de Lisboa y aún más cerca de Cascais (nuestro punto de partida).

El Paisaje Cultural de Sintra fue catalogado por la UNESCO como Patrimonio Mundial en 1.995. Teníamos muy claro que queríamos visitar el palacio de la Pena (una de las 7 maravillas de Portugal) y nos informamos bien del mejor horario para visitarlo. Todas las páginas web que visitamos y todas las opiniones que leímos coincidían en que lo mejor era ir a primera hora para evitar las aglomeraciones que se producen a horas más tardías.


La visita del palacio no nos iba a llevar todo el día y queríamos utilizar la tarde para visitar otro de los palacios que reyes y aristócratas construyeron en este lugar. Después de buscar mucho y preguntar a un amigo de Miguel que ha vivido durante bastante tiempo en Lisboa, nos decantamos por la quinta da Regaleira.


Madrugamos y salimos hacia Sintra en nuestro coche. Aparcamos cerca del castillo de los Moros, donde hay una oficina en la que se pueden comprar las entradas. Era tan temprano que estaba cerrada, así que esperamos cerca de una hora a que abrieran. Había muchísima niebla: eso del microclima de la zona es cierto. La verdad es que pasamos un poco de frío durante la espera, y eso que llevábamos ropa porque ya habíamos leído que lo de la niebla por las mañanas es bastante frecuente.

Cuál fue nuestra sorpresa cuando abrieron la oficina y descubrimos que en ella sólo se vendían entradas para el castillo de los Moros. Tuvimos que ir caminando hasta la entrada principal del parque del palacio de la Pena donde había otra oficina de venta. Ya habían llegado dos autobuses de turistas.

Desde la entrada del palacio hasta el mismo palacio se puede tomar un autobús eléctrico, pero con la cantidad de turistas que había íbamos a tener que esperar mucho tiempo a que nos llegara el turno, así que decidimos ir andando. Comenzamos así a ver el enorme parque que rodea el palacio.

A nuestra llegada la torre granate del reloj era prácticamente invisible por la niebla, así que cogimos una audio-guía y entramos a visitar el interior. Las estancias de la planta baja son más austeras, sin carecer de belleza...

Comedor familiar


Estudio del rey Don Carlos


Cuarto de aseo

Pero la parte superior es impresionante.

Claustro manuelino


Tocador de las damas de la reina


Dormitorio de la reina


Caja fuerte en el salón de lectura de la reina


Salón noble

Tras la visita, descubrimos que la niebla se estaba despejando y pudimos disfrutar de esta preciosa y colorida construcción que parece sacada de un cuento de hadas.

Nos decidimos a dar una vuelta por el parque del palacio. A nosotros nos parece que esta visita es indispensable. No basta con ver el palacio, hay que conocer su entorno.

Hicimos bien en ir a primera hora al palacio, ya que cuando salíamos iban llegando verdaderas oleadas de visitantes.


Nos dirigimos hacia la Estatua del Guerreo, pasamos por la Mesa de la Reina (uno de los lugares preferidos de Doña Amélia) y subimos a la Cruz Alta. La niebla ya había desaparecido, así que desde este punto disfrutamos de unas vistas perfectas del palacio.

Vista desde la Cruz Alta

Después nos adentramos por senderos que nos llevaron a la Gruta del Monje y, tras intentar sin éxito llegar al Alto de Santa Catarina, llegamos al Lago de la Concha.




Lago de la Concha

Desde allí fuimos al Valle de los Lagos pasando por un sendero que trascurría paralelo a un arroyo y que en ocasiones lo cruzaba sobre pequeños puentes. En el Valle de los Lagos nos sentamos a descansar un rato y a dejar que las niñas se divirtieran viendo a los cisnes y a los patos.

Recorrimos los lagos y salimos del parque a través de la Entrada de los Lagos. Desde allí tuvimos que ascender un poco por la carretera hasta el punto donde teníamos nuestro coche aparcado.

Nos dirigimos al centro urbano a buscar un lugar donde comer. Aparcar en Sintra fue una auténtica odisea. Estaba todo llenísimo. Cuando por fin lo conseguimos, nos pusimos a buscar restaurante... lo cual tampoco fue sencillo. Finalmente encontramos un lugar donde no había que esperar demasiado y allí comí por primera vez el bacalao a brass.

A la salida del restaurante encontramos una pastelería donde nos compramos queijadas y travesseiros (su especialidad). Una delicia.


Nos fuimos caminando hacia la quinta da Regaleira donde tuvimos que hacer bastante cola. Resulta que la quinta se utiliza para exposiciones, conciertos, teatro... y esa tarde había una obra de teatro para niños: la Cenicienta.

El edificio es muy bonito y puede visitarse el interior, del que yo destaco el techo de una de las habitaciones que está realizado en madera con tallas de ángeles.


Pero lo mejor está afuera: en el jardín. Es la parte más divertida para pequeños y grandes, con un montón de grutas y recorridos subterráneos. Importante: llevar linterna.

El recorrido subterráneo que realizamos comenzó en el Portal de los Guardianes que lleva hasta el Pozo Iniciático.


Desde allí fuimos al Pozo Imperfecto y desde este punto cogimos un túnel que nos llevó al Lago de la Cascada. Toda una aventura.


Aunque esta parte subterránea es la más llamativa, los jardines tienen también mucho encanto.


Capilla


sábado, 2 de agosto de 2014

Portugal: Cascais


Llevaba ya mucho tiempo con ganas de conocer Lisboa y este verano decidimos ir allí de vacaciones. Nuestro hotel se encontraba en Cascais: una localidad cercana a la capital portuguesa con ambiente de veraneo aristocrático.

La localidad es pequeña pero con mucho encanto. Posee cuatro playas urbanas, que aunque no son muy grandes, son agradables y sin oleaje. Muy cerca visitamos un par de playas, éstas mucho más grandes: Guincho y Carcavelos.

La playa de Guincho es bastante ventosa y con mucho oleaje. Aunque no nos pareció adecuada para los niños, sí es muy entretenida ya que está prácticamente llena de genta practicando surf, kite-surf, bodyboard y surf daddle.


Cuando baja la marea se hacen algunas charcas donde los niños pueden jugar. Es posible alquilar un traje de neopreno, una tabla e, incluso, un monitor... para el que quiera comenzar a practicar surf o simplemente probar una nueva experiencia.

La playa de Carcavelos es muy grande y ésta sí que nos pareció adecuada para el baño. A diferencia de la de Guincho, ésta no es tan 'salvaje' y dispone de bastante variedad de restaurantes e incluso duchas de agua dulce para quitarse la arena y el salitre. En esta playa se encuentra la fortaleza de San Juliao da Barra, que marca el punto donde finaliza el estuario del río Tajo.

Comenzamos la visita de Cascais en el faro de Santa Marta que se puede considerar la imagen típica de la localidad.



Caminamos desde allí hacia la ciudadela encontrando en el camino un puente desde el que se tiene una muy buena vista del faro y del palacio de los Condes de Castro Guimaraes.



Entramos al patio del palacio y paseamos por el parque Marechal Carmona que se compone de los jardines del palacio y la propiedad del Vizconde de Gandarinha.



Se trata del gran área verde de la localidad.

Es muy agradable un paseo alrededor de la ciudadela. La fortaleza data del siglo XVI y fue construida para proteger la bahía.


Seguimos acercándonos al centro de Cascais sintiendo cierto paralelismo entre esta localidad y mi Santander natal: la bahía, las playas, los palacetes del siglo XIX...


Entramos al casco urbano por la plaza 5 de Octubre.



Nos adentramos caminando por sus animadas calles.



Llegamos a la plaza Luis de Camoes que está repleta de restaurantes con sus apetecibles terrazas. Un lugar perfecto donde comer o tomar algo.

Vagabundeamos por los alrededores y encontramos la heladería artesanal Santini. Nos animamos a hacer la cola para probar los helados que nos sorprendieron por su variedad de novedosos sabores.

Algo más retirado del centro, cerca de la estación de tren, se encuentran también bastantes restaurantes. Casi todos tienen terrazas sobre la playa de Conceiçao. Allí nos tomamos una jarra de sangría de vino blanco.



Ni siquiera sabía que se hiciera sangría con este vino. Muy buena.