sábado, 2 de agosto de 2014

Portugal: Cascais


Llevaba ya mucho tiempo con ganas de conocer Lisboa y este verano decidimos ir allí de vacaciones. Nuestro hotel se encontraba en Cascais: una localidad cercana a la capital portuguesa con ambiente de veraneo aristocrático.

La localidad es pequeña pero con mucho encanto. Posee cuatro playas urbanas, que aunque no son muy grandes, son agradables y sin oleaje. Muy cerca visitamos un par de playas, éstas mucho más grandes: Guincho y Carcavelos.

La playa de Guincho es bastante ventosa y con mucho oleaje. Aunque no nos pareció adecuada para los niños, sí es muy entretenida ya que está prácticamente llena de genta practicando surf, kite-surf, bodyboard y surf daddle.


Cuando baja la marea se hacen algunas charcas donde los niños pueden jugar. Es posible alquilar un traje de neopreno, una tabla e, incluso, un monitor... para el que quiera comenzar a practicar surf o simplemente probar una nueva experiencia.

La playa de Carcavelos es muy grande y ésta sí que nos pareció adecuada para el baño. A diferencia de la de Guincho, ésta no es tan 'salvaje' y dispone de bastante variedad de restaurantes e incluso duchas de agua dulce para quitarse la arena y el salitre. En esta playa se encuentra la fortaleza de San Juliao da Barra, que marca el punto donde finaliza el estuario del río Tajo.

Comenzamos la visita de Cascais en el faro de Santa Marta que se puede considerar la imagen típica de la localidad.



Caminamos desde allí hacia la ciudadela encontrando en el camino un puente desde el que se tiene una muy buena vista del faro y del palacio de los Condes de Castro Guimaraes.



Entramos al patio del palacio y paseamos por el parque Marechal Carmona que se compone de los jardines del palacio y la propiedad del Vizconde de Gandarinha.



Se trata del gran área verde de la localidad.

Es muy agradable un paseo alrededor de la ciudadela. La fortaleza data del siglo XVI y fue construida para proteger la bahía.


Seguimos acercándonos al centro de Cascais sintiendo cierto paralelismo entre esta localidad y mi Santander natal: la bahía, las playas, los palacetes del siglo XIX...


Entramos al casco urbano por la plaza 5 de Octubre.



Nos adentramos caminando por sus animadas calles.



Llegamos a la plaza Luis de Camoes que está repleta de restaurantes con sus apetecibles terrazas. Un lugar perfecto donde comer o tomar algo.

Vagabundeamos por los alrededores y encontramos la heladería artesanal Santini. Nos animamos a hacer la cola para probar los helados que nos sorprendieron por su variedad de novedosos sabores.

Algo más retirado del centro, cerca de la estación de tren, se encuentran también bastantes restaurantes. Casi todos tienen terrazas sobre la playa de Conceiçao. Allí nos tomamos una jarra de sangría de vino blanco.



Ni siquiera sabía que se hiciera sangría con este vino. Muy buena.


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