Hace más de diez años
visitamos las Hoces del río Duratón por primera vez. Hicimos la ruta que va
hasta la ermita de San Frutos y me pareció un entorno precioso. En aquella
ocasión vimos las canoas desde arriba.
En esta ocasión
fuimos nosotros los vistos desde arriba.
Contratamos una
excursión en canoa por las Hoces con la empresa Naturaltur que se encuentra en
Cantalejo. Hacen las rutas tanto por la mañana como por la tarde, pero
preferimos coger la de las 10:30 de la mañana para evitar posibles calores.
Como salíamos desde
Madrid tuvimos que madrugar un poco porque teníamos que salir de casa a eso de
las 8:30 para llegar allí no más tarde de las 10:00. El punto de encuentro era
el camping de Cantalejo. Allí formaron los grupos y nos condujeron hasta el
punto desde el que íbamos a salir. Nos dieron los chalecos salvavidas, los
remos y los bidones estanco y con ello comenzamos a bajar por una cuesta de
arena que nos llevó hasta una pequeña playa donde se encontraban las canoas. Miguel
se puso con nuestra hija mayor y yo con la pequeña.
He de decir que nada
más entrar en el agua pensé que lo mismo no era capaz de manejarme pero la
verdad es que es muy fácil de manejar y no requiere un esfuerzo excesivo ya que
se trata de un paseo y no se va a contrarreloj. Lo único es cuando da el viento
de cara, pero por suerte no nos pasó en muchos tramos.
Nada más salir me
sorprendió la cantidad de buitres leonados que sobrevolaban el cañón y la
cantidad de nidos que se podían ver a simple vista en las paredes rocosas.
Algunos cerquísima de donde pasábamos. Sabía que se veían buitres leonados
pero, sinceramente, no pensé que fuera tan fácil verlos.
Durante todo el
trayecto intentamos ser lo menos ruidosos que pudimos ya que el monitor nos
advirtió de la importancia de molestar lo menos posible a estas aves que se
encontraban en periodo de cría.
Es un lujo
encontrarse en un lugar en el que los únicos sonidos que se escuchaban en
muchos momentos eran los cantos de los pájaros y el chapoteo de los remos en el
agua. La limpieza de las aguas, los colores ocres de las paredes que nos
rodeaban, el vuelo de los magníficos buitres leonados y la novedad de la
actividad (especialmente para las niñas) hizo que las algo más de tres horas
que estuvimos en el río no se nos hicieran largas en absoluto.
Desde el río
visitamos la ermita que construyó la hermana de San Frutos, la ermita del
propio San Frutos y el monasterio de la Hoz que sirvió de residencia de veraneo
a la reina Isabel la Católica.
En frente de este monasterio se encuentra la
Solapa del Águila en la que los antiguos pobladores de estas tierras dejaron
pinturas que desde el río son invisibles.
Lo peor de la ruta
fue la finalización: nos esperaba la cuesta de arena que habíamos bajado, pero
esta vez cuesta arriba... La verdad es que se hace dura después de la sesión de
remo.
Regresamos al camping
de Cantalejo donde comimos. Tanta actividad nos había abierto el hambre a
todos.
Después de la comida
y reposar un poco, nos dirigimos hacia Villaseca visitar la ermita de San
Frutos y contemplar las hoces desde arriba.
Hay un parking a unos 900 metros de
la ermita al que se llega por una pista que se encuentra en muy buen estado. El
paseo es muy sencillo y ofrece unas vistas preciosas de las hoces aunque, al menos
para mí, menos impresionantes que las que se tienen desde el río.
Al llegar a la ermita
tuvimos la suerte de encontrarla abierta, así que sin pensarlo dos veces nos
dispusimos a obtener el deseo que San Frutos concede a aquellos que dan cuatro
vueltas a la piedra de su altar. Para las niñas fue muy divertido.
Ya de regreso a casa
paramos en el puente de Villaseca. Tenía mucha curiosidad por ver la cueva de
los Siete Altares. He de reconocer que me dejó bastante desinflada y me
sorprendió el estado de abandono que tienen. Incluso hay pintadas de gente que
allí se ha colado. Y eso que hay una reja para protegerla.
Es una verdadera
pena que esta iglesia rupestre visigoda se encuentre así.