El viaje comenzó un sábado por la mañana. Nuestra primera parada fue Campo de Criptana. Allí se encuentran los gigantes de Don Quijote. Los diez molinos que se conservan son un verdadero espectáculo, bueno, eso lo digo yo que me encantan los molinos de viento.

Comenzamos con la visita a una casa cueva: La Despensa. Antiguamente había mucha gente que vivía en estas sencillas y pequeñas casas que hoy en día se conservan para conocer el modo de vida de antaño o que han sido remodeladas para alojar restaurantes o pubs.
Después nos dirigimos al interior de uno de los molinos que conservan su maquinaria original: Infante. Descubrimos que el tejado de los molinos (caperuza) es giratorio para permitir poner sus aspas enfrentadas al viento dominante. Para girar la caperuza se utiliza el palo de gobierno que es el palo que se encuentra al lado contrario de donde se encuentran las aspas y sobre el que parece que se apoya el molino. También descubrimos que el número de ventanillos que se encuentran en la parte superior del molino son doce y se encuentran dispuestos en función de los doce vientos del molino, existiendo un ventanillo para cada punto cardinal.

Las entradas tanto para la casa cueva como para el molino se compran en el molino Poyatos (debe tenerse en cuenta que los lunes está cerrado). Es precisamente pegado a este molino donde se encuentra el restaurante donde comimos: Las Musas. Es un local decorado con muy buen gusto en el que, precisamente, se encuentra un claro ejemplo de cueva transformada en pub. Un lugar perfecto para tomarse algo a cualquier hora que a nosotros personalmente nos transportó a la cueva del Xoroi en Menorca.

Salimos de Campo de Criptana para dirigirnos a Ossa de Montiel. Allí se encontraba la casa rural que habíamos alquilado: Lagunas de Ruidera. Es un complejo rural rodeado de unos cuantos más que se encuentra en la carretera que va desde Ossa de Montiel hasta las lagunas. La casa estaba perfectamente equipada. El único inconveniente es si hace frío y no se sabe encender la chimenea ya que hay un único radiador eléctrico situado en una de las habitaciones. Por suerte Miguel sabe encender una chimenea, así que nuestra estancia fue de lo más placentera y entretenida: para las niñas era una verdadera aventura salir a coger leña del lugar donde la almacenan los propietarios del complejo rural y ver cómo arde.
El domingo por la mañana salimos hacia Ruidera. Teníamos contratada una ruta guiada por las lagunas con la empresa Ruideractiva y la salida era a las 10:00.


Es una verdadera pena que las lagunas no fueran convertidas en parque natural antes de que fueran invadidas por el hombre. Aún así las lagunas son preciosas y el color de sus aguas merece la pena el viaje.
Durante la ruta se visita la cueva de Montesinos. Su principal importancia radica en que aparece en El Quijote, pero también nos ofrece la oportunidad de ver el acuifero que proporciona el agua a las lagunas, un nido de murciélagos y el inicio de la formación de estalactitas y estalacmitas. Se trata de una cueva bebé que dentro de cientos (¿o miles?) de años puede que llegue a convertirse en un Soplao cántabro en medio de La Mancha. La visita estuvo acompañada por el relato resumido que hizo Manuel de los capítulos de El Quijote en los que aparece la cueva. Además no falta un pequeño toque de 'aventura' ya que a la cueva se entra con casco y linterna.
No pudimos acceder a una sala de la cueva que tiene el techo plagado de cuarcita ya que el nivel del acuífero estaba muy alto y tapaba el acceso. Una pena porque no pudimos ver el espectáculo, pero una suerte para el parque natura.
La ruta termina a la hora de la comida. Comimos en Ruidera en el restaurante Guadiana.


Por la tarde fuimos a visitar Villanueva de los Infantes. Una localidad con una plaza preciosa y muchos edificios importantes y blasonados. Un paseo por esta localidad es un verdadero placer y un domingo por la tarde resulta muy tranquilo y relajante.
Ya de vuelta en la casa rural no pude resistirme a un paseo por los caminos que atraviesan viñedos y campos de labranza. Las abundantes lluvias caídas desde Semana Santa hicieron que el paisaje ofreciera sus más vivos colores: el verde de los brotes, el rojo intenso de la tierra y el precioso azul del cielo. Los almendros ya tenían sus frutos a los que les falta toda su maduración.
El lunes salimos de Ossa de Montiel en dirección a casa, pero antes teníamos concertada una visita a la bodega y quesera Montalvo Wilmot situada a unos diez kilómetros de Argamasilla de Alba en la carretera de Ruidera.
En este trayecto pudimos ver la mayor cantidad de bombos de todo el fin de semana (los bombos son construcciones tradicionales de La Mancha hechas con piedra sin unir con argamasa alguna que se dividen en dos habitáculos, uno para las personas y otro para los animales). Antes de llegar paramos en el castillo de Peñarroya que se encuentra al borde del embalse de su mismo nombre que podría considerarse la laguna número dieciseis.


Finalmente nos dirigimos a El Toboso, pero llegamos a la hora de la comida y ya sin tiempo de visitar el pueblo (habrá que repetir en una próxima ocasión). Lo que sí es de mencionar es el restaurante 'El Toboso' situado en la salida del pueblo en dirección a Quintanar. Se trata de un negocio familiar sin ningún tipo de artificio en el que lo verdaderamente importante es lo que está en el plato. Una cocina tradicional y casera que ya es muy difícil de encontrar... y una hospitalidad y amabilidad que ya se encuentran en vías de extinción. Nos recibieron con un cordial apretón de manos y nos despidieron con los olores y sabores de La Mancha. Una perfecta recomendación de un lugareño y un broche de oro para nuestro fin de semana.
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