Amaneció con nubes
bajas pero el sol parecía luchar con fuerza para abrirse paso. Las
probabilidades de lluvia eran muy bajas o nulas, así que preparamos todo para
hacer nuestra primera ruta: el bosque de Carlac.
La ruta sale de Bausèn.
Dejamos el coche en el aparcamiento de la entrada y subimos por las escaleras
que conducen hacia la iglesia. Detrás de ésta sale el sendero que debíamos
tomar.
El sendero recorre la ladera de la montaña y ofrece unas fabulosas
vistas de Canejan.
Más tarde se adentra en el bosque de Carlac.
Aunque la especie
predominante es el haya, pudimos observar gran cantidad de avellanos, robles y
acebos. Como había muchos árboles que aún no habían comenzado a echar hojas,
había ocasiones en las que parecía que en lugar de en primavera estábamos en
otoño.
Había puntos del
camino muy embarrados, así que teníamos que hacer equilibrios sobre las piedras
para intentar mojarnos lo menos posible.
Cruzamos un pequeño
arroyo estival sobre un improvisado puente y continuamos el camino. Llegamos al
río Lauadors que, en esta ocasión, cuenta con un puente de madera en
condiciones.
Aunque el camino ha
sido en constante ascensión, a partir de este punto el ascenso comienza a
hacerse más duro hasta llegar al punto más alto de la ruta. He de reconocer que
el último tramo de subida lo sufrí bastante junto con mi hija pequeña.
Comenzamos la bajada
y volvemos a cruzar el río Lauadors en un punto más alto que el anterior.
En la bajada se sale
del bosque y se atraviesa una gran pradera. Desde este punto se tienen vistas del Aneto, pero no las pudimos disfrutar por la baja nubosidad.
La bajada nos descansa las piernas.
Aparecen unas cuantas bordas y finalmente aparecen los primeros tejados de
Bausèn. Ya hemos llegado.
Buscamos el único lugar del pueblo donde se puede comer. Se llama 'La Pajareta'. Sólo tienen tres mesas pero su comida fue toda una sorpresa: unos patés deliciosos, una olla aranesa espectacular y un magret de pato con miel sorprendente. El guiso de carne de jabalí de Miguel estaba buenísimo al igual que el pollo con ciruelas de las niñas.
Disfrutamos de una muy agradable sobremesa con una pareja de valencianos que estaban también allí comiendo y los propietarios del local.
Tras la rica comida,
dimos un paseo por el pueblo.
Flores en la tapia |
Dos hojas de laurel para proteger de los malos espíritus |
Cogimos de nuevo el
coche para ir a Canejan. Desde allí sale otra ruta que une este pueblo con
Porcingles.
La ruta es muy sencilla y llana. Cuando llevábamos más de dos
kilómetros recorridos nos encontramos con un hombre que hacía la ruta en
sentido contrario.
Yo pensaba que la
distancia total a recorrer eran unos tres kilómetros la ida, pero este hombre
nos dijo que estábamos a mitad de camino. Evidentemente había entendido mal ya
que la ida son cinco kilómetros.
Tras parar para que
las niñas tomaran su merienda decidimos no terminar la ruta y volver a Canejan
para evitar que se nos hiciera tarde y poder quedarnos sin luz. Hicimos bien
tomando esta decisión ya que cuando llegamos a Canejan comenzó a llover.
Regresamos a casa
contentos. Habíamos hecho nuestra primera ruta en el valle y habíamos
disfrutado mucho.
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